Opinión | 16 abr 2024
Larroque reavivó el fuego contra La Cámpora y el peronismo vuelve a su estado de ebullición
El exsecretario general de la organización kirchnerista sacudió la interna con críticas a las que se plegaron Hugo Yasky y Mario Secco. Mariano Recalde y una declaración que generó el enojo de todo el Frente Renovador. El diálogo entre Sergio Massa y Máximo Kirchner. Israel, Irán y el desarrollismo libertario.
Por: Iván Schargrodsky/ Cenital
En el Gobierno, donde muchos funcionarios llegaron sin experiencia en el Estado o con visiones fuertemente ideológicas, la realidad está pasando factura. Donde a priori veían un cúmulo de disfuncionalidades y regulaciones estatales absurdas, muchas de las cuales existían y aún existen, se encontraron con los numerosos defectos que caracterizan el desarrollo de la actividad privada. Argentina tiene un Estado enorme, ineficiente y caro, que sostiene nichos rentistas y negocios poco transparentes. Están descubriendo tarde que el mercado, en nuestro país, no anda mucho mejor.
El caso de los aumentos descontrolados de las empresas de medicina prepaga, señalados por el ministro de Economía, Luis Caputo, después de que el propio Gobierno desregulara los precios del sector, no es un ejemplo aislado. La desinversión de Repsol en Argentina después de hacerse de los activos de la mayor petrolera nacional, los problemas de precios y las lógicas rentísticas en sectores que lograron posiciones exitosas -en rubros que van desde la siderúrgica hasta la farmacia o en etapas que van desde la producción hasta la distribución- muestran una economía de mercado disfuncional que no se soluciona sencillamente quitándole de encima al Estado a los productores.
No sorprende, entonces, en ese marco, que el diputado provincial Agustín Romo -cuyo hábitat natural es el Salón de los Próceres de la Casa Rosada como general de Las Fuerzas del Cielo- tuiteara en estos días que “no hay que hacer lo que hacen los países ricos ahora que ya son ricos: hay que hacer lo que hicieron para hacerse ricos”. La frase es la obra de vida del economista desarrollista Ha Joon Chang, formador de heterodoxos a nivel global, cuyo libro Patear la escalera revuelve alrededor de la diferencia entre la prédica y la actualidad de los países ricos y el camino que los llevó hasta allí. En efecto, Chang relata el eclecticismo de las estrategias nacionales de los países que salieron del subdesarrollo, que incluyeron una fuerte intervención estatal orientada, entre otras cosas, a crear mercados robustos y funcionales en los que pudieran prosperar grandes conglomerados privados nacionales, con una mirada centrada en el desarrollo económico.
Ese pragmatismo sugerido por Romo es el mismo que ensaya Caputo, cuya búsqueda de financiamiento lo llevó al Reino de Arabia Saudita, con quien negocia un esquema que permita al país obtener los dólares para salir del cepo. La movida sería incomprensible si diéramos crédito a la afirmación de Diana Mondino, aquella frivolidad de que la Argentina prioriza la relación “con las democracias liberales”. El reino saudita es una monarquía absoluta. No hay elecciones, parlamento, ni libertad de expresión y recibe cuestionamientos periódicos por la situación de derechos humanos. Es, también, un actor pragmático, aliado histórico de los Estados Unidos, que goza de una excelente salud financiera. Más allá de las preferencias ideológicas, de proveer los dólares que el Gobierno necesita para cumplir con uno de sus principales objetivos, la relación bilateral escalará en el orden de prioridades hasta uno de los primeros lugares, con consecuencias en cuestiones comerciales y de inversiones, sin que nadie preste mucha atención a las credenciales democráticas.
El ataque de la República Islámica de Irán contra el Estado de Israel, repelido casi en su totalidad, motivó una reacción de parte del presidente que transitó un carril marcado por una sobreactuación que terminó perjudicando la posición internacional de la Argentina y de su jefe de Estado. Más allá de la condena del ataque sin precedentes por parte de Irán sobre territorio israelí, un paso correctamente alineado a la mirada de política exterior del Gobierno -y que repitieron hasta las potencias occidentales más críticas de Israel- el presidente suspendió su gira internacional, de acuerdo a la vocería oficial, para conformar un “comité de crisis en virtud de los últimos acontecimientos ocurridos en Israel” y “coordinar acciones con los presidentes del mundo occidental”. Las explicaciones vinculadas a la muy significativa situación de Argentina -que sigue exigiendo a Irán que responda respecto de los atentados a la sedes de la Embajada de Israel y de la AMIA- no alcanzan para explicar la decisión presidencial.
Argentina no tiene relevancia como actor en Oriente Medio. No participó ni de las acciones de distintos estados como Estados Unidos, Francia, y el Reino Unido para mitigar el ataque iraní, ni de los esfuerzos diplomáticos de alto nivel que se realizaron en el seno del G-7 tanto para repudiar el accionar iraní y apoyar a Israel, como para evitar una respuesta escalatoria -este último elemento no formó parte de ninguno de los pronunciamientos argentinos mientras que sí lo hizo, según consignaron Axios y el New York Times, el Gobierno de los Estados Unidos. La confirmación sobre la (ir)relevancia de Argentina en este asunto se puede verificar en que el contacto del gobierno de Israel con Argentina se produjera a nivel de su Embajador en Buenos Aires, mientras los países que participaron de la coordinación de una respuesta efectiva a las crisis, tuvieron contactos con sus contrapartes israelíes o iraníes a nivel de gabinete o de jefes de estado o de gobierno. Ni el Gobierno estadounidense, ni el francés, ni el británico, por ejemplo, anunciaron un comité de crisis.
La suspensión del viaje de Milei al Reino de Dinamarca significó que el presidente no esté de forma presencial en la firma del acuerdo para la adquisición de aviones caza F-16 para las Fuerzas Armadas argentinas, la única parada realmente de estado prevista en su gira. Tanto la recepción del premio al “Embajador de la Luz”, por parte de una organización religiosa, como la reunión con Elon Musk, de la que no se conoce aún que haya redundado en proyectos concretos de inversión, estuvieron centradas en agendas personales o político ideológicas del presidente. La definición sobre la compra de aviones supersónicos, en cambio, estuvo trabada durante todo el último ciclo de gobierno ante la falta de definiciones sobre la oferta más conveniente entre la elegida, con apoyo estadounidense, una oferta india y los JF-17, fabricados por China y Pakistán y utilizados por la Fuerza Aérea de este último país.
Se trata de la adquisición más relevante de nuestras Fuerzas Armadas en mucho tiempo y es, en términos de acciones concretas, el gesto más importante hacia los Estados Unidos realizado hasta el momento por la actual administración. Suspender la presencia del presidente en este acto por sucesos acontecidos en un lugar donde Argentina no tiene presencia ni rol que cumplir, que felizmente terminaron causando daños relativamente escasos -algo que desde el comienzo era una posibilidad muy concreta- es inexplicable desde la perspectiva de la política exterior. Para peor, la sobreactuación podría además generar el efecto contrario al deseado. Milei no conformó un comité de crisis ni coordinó con otros líderes por la epidemia de dengue, un problema regional que causa estragos también en el Brasil de Lula da Silva. Corre el riesgo de ser percibido como más preocupado por problemas externos que por los propios y generar resentimientos en Argentina contra un país que, como demostró repetidamente, ocupa en su corazón un lugar incluso mayor que en la agenda del sector político que representa. El presidente podía alinearse con Israel, como lo hicieron ayer tantos países, sin necesidad de tamaña puesta en escena.
Mientras tanto, el Gobierno oficializó esta semana la postulación simultánea de Manuel García Mansilla y Ariel Lijo para la Corte Suprema de Justicia. La postulación de Lijo fue la que generó mayor debate público, motorizada por sectores que cuestionan desde siempre el funcionamiento de Comodoro Py y una parte del empresariado, la Justicia y la corporación de abogados, que encontraron un súbito rapto de pulcro republicanismo que no queda sino saludar e imaginar que marcará sus opiniones sobre cada acto público en el futuro. Las especulaciones sobre el entusiasmo del oficialismo con la candidatura de Lijo, que muchos en el PRO y en su propia base ligada al establishment le cuestionan, empiezan a aparecer con más nitidez. Si no estuviera el antecedente de las torpezas e improvisaciones en la negociación de la Ley Bases, cualquier observador diría que el oficialismo no está buscando los apoyos activos necesarios para confirmar el pliego de ambos magistrados, una tarea que están llevando adelante el propio Lijo y su promotor Ricardo Lorenzetti. La oficialización de la postulación abrió lugar a alguna suspicacia adicional sobre un eventual intento del Gobierno de desentenderse de las candidaturas. El acto de publicación de los antecedentes de los candidatos a la Corte, que durante los gobiernos de CFK y Mauricio Macri quedaron a cargo de Nicolás Soler y Juan Ignacio Mahiques -respectivamente, funcionarios de peso político en la estructura del Ministerio de Justicia-, se publicó con la firma de Silvia Mabel Parenti, una funcionaria de carrera con rango de coordinadora. Seguramente una cuestión irrelevante, meramente administrativa.
Last but not least, al peronismo lo sacudió una declaración inesperada por el emisor y la contundencia del mensaje. Andrés “Cuervo” Larroque, actual ministro de Desarrollo Social de la provincia de Buenos Aires y exsecretario general de La Cámpora, dijo que “cualquiera que ose murmurar, conspirar o sembrar cuestionamientos extraños” contra Axel Kicillof “en una joda rara está y no está jugando a favor del peronismo”. Además, en algo impensado hasta hace cuatro meses, puso en cuestionamiento el método de conducción de Cristina Kirchner: “¿Qué significa la conducción de Cristina? ¿Qué es la conducción de Cristina? ¿Que tres ñatos te manden un WhatsApp?”, reprochó. Y amplió: “Yo no quiero esa conducción de Cristina, quiero la conducción con movimiento popular, cuadros auxiliares de conducción, mesas de discusión, con debate, con programa, con método y movilización”.
Se plegaron a las críticas de Larroque dos figuras conocidas por su militancia sin fisuras por CFK: Hugo Yasky y Mario Secco. Ambos dirigentes lo hicieron con críticas muy similares a las del ministro bonaerense. Si bien los tres se cuidaron de no mencionarlo y las declaraciones de Larroque contenían un mensaje en varias direcciones, la interpretación inmediata fue que el señalado era Máximo Kirchner. Así lo interpretó, también, Juan Grabois, antes de subirse a un avión, en diálogo con #OffTheRecord.
— ¿Qué pensás de las declaraciones del fin de semana?
— A mí no me gusta que se hable con eufemismos, hay que poner nombre y apellido. De ninguna manera voy a participar en una campaña en contra de La Cámpora porque eso es muy dañino para el conjunto. Y digo esto de la misma forma que en su momento critiqué con nombre y apellido a cada uno de los que habían cuestionado a Axel durante la campaña, incluyendo a Máximo. Siendo gobernador y una de las principales figuras opositoras al Gobierno de Milei lo voy a defender a capa y espada, pero no cuenten conmigo para ninguna guerra facciosa.
Los señalamientos a La Cámpora y la incomodidad que generaron las declaraciones de Kirchner en la campaña luego de la referencia melódica de Kicillof persisten hasta hoy. Entre los que se sumaron a los rebeldes del fin de semana se habla de “un modelo de tercerización agotado” luego de la experiencia de Alberto Fernández. La referencia implica una presunta intención kirchnerista de “albertizar” procedimentalmente a Kicillof. En criollo: que el gobernador, eventualmente, sea el candidato, pero la manija la lleven Cristina y Máximo. “¿Se puede cuestionar a Cristina en público, pero no a Axel en privado?”, responden cerca de la expresidenta. La pregunta excede la coyuntura. Kicillof es, por ahora, un candidato con un altísimo porcentaje kirchnerista en sangre. ¿Podrá diluirlo? ¿Querrá? Si la respuesta es negativa, la suerte del gobernador está atada a la de Cristina que hoy aparece plegada casi en su totalidad a su hijo Máximo.
Si bien en La Cámpora creen que la avanzada estuvo orquestada por el gobernador, la realidad sugiere más bien lo contrario. Ajeno a la operación política, a Kicillof lo que le criticó históricamente el sector que hoy lo impugna es su falta de interés y habilidad en transas y arremetidas. No puede convivir ese señalamiento con una nueva versión a conveniencia de un gobernador que sería la mezcla justa de José Luis Manzano y Enrique Nosiglia. Lo interesante del episodio es que propone preguntas: ¿a qué responde, realmente, el enfrentamiento? ¿Por qué lo encabezó Larroque, que hasta hace seis meses era institucionalmente la figura más relevante de la organización de Máximo? ¿Qué evidencia que se le hayan sumado los ultracristinistas de Yasky y Secco? ¿Por qué no aparece nunca en la evaluación camporista la falibilidad de Cristina al menos como materia de hipótesis?
Larroque, que se reunió con Kirchner por última vez hace menos de dos meses, sostiene que el peronismo tiene que dar la discusión ahora para llegar al proceso electoral con los debates saldados. Entre ellos, el rol de Cristina y su organización. “Ella decidió ser la jefa de La Cámpora, ni siquiera del kirchnerismo”, reflexiona con evidente preocupación un peronista que la recela en público, pero da la patita cuando CFK lo convoca al Instituto Patria, donde la expresidenta prepara un informe sobre ganadores y perdedores del mercado energético para su próxima aparición pública. “Que alguien le pregunte a Walter Correa, Daniela Vilar o Nicolás Kreplak si alguna vez Maxi les pidió que no pongan el cuerpo por Axel”, rezongan cerca del titular del PJ bonaerense.
Mientras tanto, Mariano Recalde rememoró ayer los peores recuerdos del comportamiento camporista bajo la mirada del peronismo tradicional cuando acusaron a la organización de “jugar a menos” en 2015. El titular del PJ porteño dijo que el kirchnerismo no tuvo candidato y que el elegido de CFK era Wado de Pedro. El tuit de las declaraciones en el programa de Daniel Tognetti generó repercusiones inmediatas en el chat del Frente Renovador donde la furia se apoderó de los participantes que recordaban las derrotas electorales del kirchnerismo durante los últimos 20 años. Quien lo hizo público fue Sebastian Galmarini, vector del enojo de su hermana Malena, una de las más activas en privado. Galmarini le pidió a Recalde “pensar antes de hablar” y “también ser honesto intelectualmente para no volver a repetir los mismos errores”. “El candidato de todos fue Sergio Massa porque TODOS creímos que era la mejor propuesta en un escenario electoral muy difícil. El encierro no fue una gran consejera en las diferentes ofertas electorales de los últimos años. Si te sirve, te paso los resultados”, chicaneó el massista. Un sin tierra que quedó afuera de todo por enfrentamientos con Massa y La Cámpora recordaba con maldad: “Una discusión entre los que perdieron casi todas las elecciones desde 2013 y los que no le pudieron ganar a la boleta de Grabois en su propio distrito: el futuro del peronismo”. En el kirchnerismo le bajaron el tono: “Lo de Mariano fue un error y se corrigió”, responden, lacónicos, ante #OffTheRecord. Massa y Máximo hablaron a la tarde y, por ahora,el episodio no pasó a mayores.