

Por: www.serpaj.org.ar/Adolfo Pérez Esquivel
Convocamos a los pueblos a asumir la Rebelión de las Conciencias ante la grave crisis a la que los poderosos arrastran a la humanidad: el riesgo de una guerra nuclear que pone en peligro toda vida planetaria. El mundo vive sumido en la angustia existencial y la incertidumbre.
Lanza del Vasto, discípulo de Mahatma Gandhi, anticipó una profunda conexión entre juego y guerra, incluso antes de que surgieran la teoría de juegos y las estrategias nucleares. La guerra es el juego de los poderosos: el gran "vicio público que consiste en jugar con la vida humana". En ella, todos quedan atrapados en una dinámica que trivializa la vida y la muerte. Pero su verdadera emoción procede de "la suspensión de la conciencia": en la guerra se asume que matar no solo es justo, sino necesario.
El gran sacrificio bélico no es solo la pérdida de vidas, sino esa renuncia masiva a la conciencia. Una irresponsabilidad colectiva donde todos se dedican a una sola tarea: destruir al enemigo. Este es el peligro supremo: la guerra exige y satisface la necesidad de inmoralidad a gran escala. Frente a esto, la realidad nos llama a restaurar el equilibrio: con nosotros mismos, con el prójimo, con la comunidad, con la Madre Tierra, el cosmos y con Dios. Necesitamos la rebeldía espiritual de las conciencias para defender la vida, nuestros pueblos y la humanidad. Urge el coraje y la rebeldía colectiva de los pueblos y de cada persona desde su lugar en defensa de su pueblo y de la humanidad, ponerse en acción antes que sea tarde.
La soberbia del poder, la dominación y la guerra ya causan desastres: miles de muertes, el genocidio del pueblo palestino perpetrado por Israel con complicidad de EE.UU. y Europa. Es urgente parar la guerra entre: Rusia y Ucrania; Israel e Irán; India y Pakistán; las guerras ocultas y olvidadas en África; los genocidios y masacres como en Haití, crímenes que quedan en la impunidad total.
La humanidad vive en indefensión. Gobiernos irresponsables, movidos por miedo e intereses, invierten en armamento mientras los pueblos sufren violencia, hambre y destrucción ambiental. Podríamos enumerar más tragedias: niños a quienes robaron la sonrisa y condenaron a la muerte.
Ningún ejército garantiza la paz: todo ejército lleva en sí la semilla de la violencia y de la muerte.
¿Qué hacer? Necesitamos comunidades dialogantes que reflexionen, actúen, se rebelen y se organicen.
Rechazar la "suspensión de conciencia" impuesta por medios hegemónicos.
Asumir resistencia no violenta: no cooperar con injusticias y denunciar toda violencia.
Convocar a religiones (acción ecuménica), sindicatos y organizaciones a defender la vida y la autodeterminación.
Exigir a la ONU el desarme nuclear en defensa de la vida planetaria.
Democratizar la ONU: el Consejo de Seguridad no puede decidir el destino humano.
Cada comunidad debe aportar creativamente a la paz mediante rebeldía consciente, diálogo y solidaridad.
Cuestionemos el gasto militar:
¿Cuántos hambrientos alimentaría un buque de guerra?
¿Cuántas escuelas o hospitales construiría un misil?
¿Qué salarios dignos o infancias libres de miedo podríamos asegurar?
La paz se construye compartiendo pan y libertad; la guerra solo deja dolor y destrucción. Nuestra elección define el presente y futuro humano.
Recordemos:
Una gota de agua es todo el mar.
Un grano de arena es todo el desierto.
Adolfo Pérez Esquivel
Buenos Aires, 17 de junio de 2025
Fundación Servicio Paz y Justicia, organización reconocida con el Premio Mensajera de la Paz por las Naciones Unidas y Educación para la Paz por la UNESCO.