El último domingo electoral en el Partido de La Costa dejó una escena que expone tanto la falta de preparación institucional como el compromiso de algunos actores para garantizar derechos.
El contador Martín Fernández, (Concejal actualmente con Licencia) usuario de silla de ruedas, llegó a la escuela donde debía votar y se encontró con una barrera insalvable: su mesa estaba casi inaccesible, sin rampas. Al pedir una solución, el Dr. Claudio Ezeiza, abogado penalista presente en el lugar, Argumento la no posibilidad de trasladar la urna o habilitar un espacio accesible, argumentando formalidades reglamentarias, impidiendo asi su derecho a VOTAR.
Comenzó entonces una disputa que se extendió durante largos minutos, con momentos de tensión innecesaria. Solo después de este forcejeo verbal, y gracias a la intervención de la presidenta de mesa, Sra. Ferreyra, se decidió habilitar una alternativa para que Fernández pudiera finalmente emitir su voto. El derecho fue reconocido, pero el proceso estuvo marcado por la incomodidad, la desconfianza y un sabor amargo que no debería existir en una democracia moderna.
📌 Derechos que no admiten discusion
La situación en La Costa contradijo de manera directa varias normas de jerarquía nacional e internacional:
El intento de impedir el sufragio a Fernández violaba, de hecho, estas disposiciones y lesionaba un derecho político básico.
Ese mismo día, en General Lavalle, ocurrió un caso similar: un elector usuario de silla de ruedas no podía acceder a su mesa. Allí, sin discusiones, la presidenta de mesa, la docente Águeda Bugarini, junto a los fiscales, se trasladaron hasta el lugar donde se encontraba el votante y le garantizaron el secreto del sufragio. El episodio quedó registrado en un video que circuló ampliamente como un ejemplo de civismo y empatía social
El caso de Martín Fernández en La Costa no terminó con la privación del voto, pero sí con una experiencia de hostilidad, resistencia y desgaste emocional que jamás debería suceder en un país que se precia de democrático.
La presidenta Ferreyra cumplió con la ley y con su deber cívico, pero lo hizo después de una disputa innecesaria que puso en evidencia la falta de sensibilidad de algunos actores.
En contraste, lo ocurrido en General Lavalle con Águeda Bugarini mostró el camino correcto: que el respeto a la norma, el compromiso democrático y la empatía social pueden convivir sin conflicto, garantizando la inclusión y la dignidad de cada ciudadano.
La presidenta de mesa, la docente Águeda Bugarini, junto con los fiscales partidarios, decidieron trasladarse hasta el lugar donde estaba el votante. Allí garantizaron el secreto del sufragio y le permitieron emitir su voto con dignidad.
La escena fue registrada en video y se viralizó como un ejemplo de civismo y empatía social.
El hecho quedó registrado en un video que se viralizó en redes sociales, mostrando que cuando hay voluntad, la democracia se fortalece.